Luces, cámara… acción.
Bailábamos a un ritmo frenético mientras las sonrisas de los padres relucían en su máxima longitud. Movíamos nuestras pequeñas cinturas, de un lado a otro sin perder el compás de una canción estúpida que con tanta ilusión nos empeñábamos en convertir en nuestro propio arte. Delante y atrás, agitando un abanico con desparpajo. Delante y atrás, vestiditas de blanco. Delante y atrás haciendo parecer nuestra infancia inmortal y nuestro ritmo eterno.
“Hemos venido a bailar… a reír y a disfrutar”.
Luces.
Esperan a que hagas algo. Te miran sentados a que decidas delante un espejo los adjetivos perfectos para tu personalidad. Tienen tantas expectativas en sus mentes que resultaría de una facilidad lastimosa romperlas todas, aunque fuesen con palabras. Quieren un futuro rosa para ti y ni siquiera saben que el suyo está teñido de gris triste.
¿Y la vida? Se pone sus guantes impecable de boxeo y empieza a calentar, poco le falta a tu cara tener las marcas de los llamados “golpes de la vida”.
Cámara.
Hacía un frío increíble, de ése que hiela cada poro de la piel. Las agujetas no existían, pese haber estado todo el día arriba y abajo. Fuera el silencio hacía a la hierba sentirse sorda y entonces sacábamos nuestras cabezas fuera de la tienda. Los ojos acostumbrados a la oscuridad permanecían atentos a la espera de la lluvia de estrellas. Nuestras conversaciones sobre nuestro futuro ahora nos harían reír, así como seguramente los deseos que pedimos a las estrellas fugaces que pasaban arriba. Creíamos Sasuke el más guapo, la copa nuestra meta y el opening de One piece nuestra banda sonora.
…
Una buena carrera, que te dé puesto de trabajo en un mundo hecho pedazos (económicamente hablando) pero que esté acorde con tu nivel intelectual. Dinero en un bolsillo de un pantalón que te queda de maravilla en tu esbelta silueta que bien se encarga el chico ideal de mantenerla contenta. Un hijo médico y el otro artista conocido. Un te quiero cada noche delante una pantalla de noséquantas pulgadas.
Llena de trastos, haciendo el mismo recorrido toda tu vida, con la misma cara triste y un te llamaré o vendrás a verme como punto final hacen que te rías a carcajadas sobre todas esas estupideces. Reírse porque eres incapaz de ver ningún futuro, la vida que conoces siempre acaba manchada de negro y tienes miedo. Las lágrimas, los momentos que vas a lamentar, las despedidas, las mentiras, las injusticias, las pérdidas.
Acción.
Nos creíamos elfas de nivel 20, exploradoras sin animal de compañía pero recorriendo el bosque en busca de historias. Nuestras conversaciones no tenían como protagonista los estudios, ni el amor, ni la tristeza. Hacíamos carreras interminables, hacíamos luchas en la arena de la playa, petardos dentro de helados y abrazos por doquier.
Nos creíamos dueñas de nuestra vida…
Luces, camara y acción.